viernes, 23 de abril de 2010

Amanecer


Tres hombres en pie, trajeados. Una pista de baile exterior, todo está en blanco y negro. Se acercan un par de ojos (azules), helados, profundos, detrás de ellos una mujer, bellísima, elegante, con un vestido largo. Nadie abre la boca. El hombre del medio da un paso adelante, dos, tres, se acerca a la mujer, le ofrece la mano, ella la acepta, empiezan a bailar, primero despacio, con cautela, luego ya con más ritmo. Paran, se miran a los ojos, sin decir nada se besan.
Como puede ser que se enamore de una chica con solo mirarle a los ojos? Los otros dos hombres estan con la boca abierta. La pareja siguen bailando como si ellos dos fueran los únicos en el lugar...
Tiitiitiitiit, tiitiitiitiit, tiitiitiitiit. Mierda....apago el despertador, casi lloro al recordarlo todo, me sobreviene una pesadez, me cuesta respirar. Tomo aire profundamente, me levanto.

Canto a la esperanza


Una tarde calurosa de abril cuando la luz del sol le cuesta dar paso a las luces artificiales que poco a poco aparecen en las fachadas para iluminar la noche. Una habitación atestada de gente, mucho ruido, muchas voces, muchas caras y entre ellas sobresale la de una madre de tez morena con su largo pelo caido sobre sus hombros, rizado, espeso con la cabeza gacha a escasos centimetros de su hijo.
No se da cuenta ( ni quiere ) de los demás, como si estuviese sola en su mundo y sin dejar de mirar a su bebé acunado entre sus brazos ni un instante, levanta el dedo índice para acariciar la cabeza del pequeño, que con sus diminutos ojos cerrados no ve la mirada de su madre, la mirada más sincera y llena de amor que una persona pueda mostrar a otra. No la ve, pero la entiende, y en su aún creciendo corazoncito sabe que hay álguien que se sacrificaría por él sin pensarlo, sin culpar a nadie, solo por amor.